martes, 4 de noviembre de 2014

Chile, día 5: La Cantera de Moais

En pie a las seis de la mañana para organizar equipaje, carga de baterías, blog, email, redes sociales... Y desayuno, Anita se curró unos sándwiches de jamón york y queso de chile con pancito tostado y zumito.


Poco después de las 9:30h Cristina de Aku Aku llegó a recogernos para sumarnos a un grupito de diez personas en total que haríamos la excursión de hoy. Primero nos llevó al comercio junto a la única gasolinera de la isla para comprar agua y aquello que fuéramos a necesitar, el día se presentaba caluroso y soleado. 





Salimos de Hanga Roa y el primer sitio, Ahu Nau Nau estaba ubicado en la costa sur, un "Ahu", o plataforma de moais que se encuentra en su estado original, es decir, tirados boca abajo, según los informes del holandés que llego a esta isla a principios del siglo XVIII, no había ni un solo moai en pie en los Ahu. entre otros detalles que nos contaba Cristina, con muchos conocimientos y explicaciones agradables, sencillas y completas, era que en toda la isla se pueden ver moais abandonados en el suelo y se cree que era debido a que se les caían en el proceso de traslado y allí los dejaban. Nos sorprendió que toda la historia de la Isla está perfectamente investigada y estudiada, se conoce el proceso de fabricación y el uso que se le daban a los moais, la estructura social de los rapa nui, su auge y su decadencia sobrevenida por una superpoblación, que provocó una desertización de la isla y guerras tribales. Lo único que hoy día que un poco pendiente es demostrar cómo eran capaces de transportarlos desde la cantera hasta las ubicaciones finales, según la tradición oral "andaban por los caminos" pero es una traducción del rapa-nui que puede aludir a un hecho sobrenatural, pero no es así, se entiende que eran transportados en posición vertical y que desarrollaron una técnica con cuerdas para moverlo como se traslada un bidón, inclinándolo un poco y haciéndolo girar sobre su base, podrían tardar meses en recorrer unos kilómetros. 

Cristina nos contó el uso que tenían estas estatuas: los rapa-nui creían en el "maná" que es una energía vital que tienen las personas y que una vez fallecidas hay que preservar, la forma en que preservaban esta energía protectora era en piedras de coral que hacían las veces de ojos de estas estatuas que miraban hacia la aldea. A medida que la aldea obtenía recursos y alimentos podrían pagar a los escultores para poner más moais en su ahu preservando la energía vital de sus seres queridos más meritorios o poderosos y proyectando esta energía sobre su aldea. 

Se sabe que la isla fue habitada por tribus polinesicas hacia el siglo XV, aunque hay teorías que indican que fueron tribus precolombinas venidas del sur de América, pero Cristina nos indicaba que había muchos hechos que contrariaban estela teoría. Su lengua, bailes, fisonomía y tradiciones quedan muy relacionadas con las tribus de Nueva Zelanda y de otras islas del pacífico como las de los Tahitianos. 


Ahu Nau Nau es una plataforma con tres o cuatro moais tirados boca abajo, todos los moais de la isla fueron tirados debido a las guerras tribales entre ellos mismos, para desproteger al enemigo o humillarlo. Las que actualmente vemos en pie en la isla fueron colocados por grúas en el siglo XX, y algunos de ellos restaurados. 

El siguiente sitio fue Tongariki, en el estremo sur oriental de la isla, quizá el enclave más impresionante y que vimos el día anterior en nuestro paseo en coche. Allí Cristina nos contó que hubo un tsunami en los años ochenta y los quince moais fueron derribados y arrastrados unos cien metros tierra adentró por la fuerza del agua, aprovecharon para restaurar la plataforma (Ahu) y colocaron de nuevo las estatuas en su sitio. Sin embargo no todas tienen su "pukao" que es el tocado que se les ponía a los moais y que represeta el cabello recogido en un tradicional moño. 







El siguiente enclave fue el que sin duda más representa el halo de misterio y encanto de los moais de la Isla de Pascua: la cantera de Rano Raraku. En el sector oriental de la isla existe un afloramiento rocoso de unos 300 metros de altura de donde se extrajeron los cientos de moais que hay en toda la isla, es un campo de trabajo donde habría trabajo diario para cientos de personas que tallaban de la roca los moais usando herramientas de piedra de basalto. En la cantera de pueden ver todas las fases de talla, arranque de la roca madre y traslado. Algunos moais estaban empezados sobre la roca de la montaña, otros estaban más avanzados y se podía ver como recortaban la pieza de la montaña: tallando dos galerías bajo la obra para finalmente retirar poco a poco la unión de las dos galerías y rellenando el hueco con piedras para, posteriormente, tirar con cuerdas de la estatua para deslizarla ladera abajo para que quedara de pie al final de la rampa y llevarlo hasta su "Ahu". En algún momento de las guerras, los artesanos fueron dejando de tallar moais y transportarlo, y la cantera quedó en estado de abandono, por eso podemos ver moais erguidos semi-enterrados por el paso del tiempo, siguen esperando que los lleven a su Ahu. 

Se observa también una evolución del diseño del moai, de un aspecto rechoncho y redondeado hacia una estilización y líneas firmes y estrechas. También se ha comprobado que existió una especie de rivalidad por el tamaño, cuanto más grande el tu moai, más ostentación de poder y riqueza, lo habitual son de tres a cuatro metros de altura, pero en la cantera se encuentran proyectos de moais enormes, como uno de casi 20 metros, a juzgar por el tamaño de la cabeza esculpida en la roca esperando de trabajada para extraer el resto de la estatua. Los moais que permanecen erguidos al pie de la falda de la cantera y semi-enterrados también son considerablemente más grandes, llegando a los ocho o diez metros. 
















Casi uno puede imaginarse en este lugar cientos de artesanos trabajando y clientes eligiendo el tipo de moai que quiere. Cristina menciona la teoría alienígena, por la cual, unos extraterrestres fueron quienes tallaron y colocaron las estatuas con su tecnología y perfección. Pues queda desmentida por la existencia de errores en todo el proceso: hay tallas que han quedado con errores de diseño, moais que se escurrieron ladera abajo y se rompieron, hay restos humanos de algún accidente laboral aplastado por el desplome de un moai, moais  rotos o caídos por el camino gracias a los cuales se han podido descubrir cuales fueron las rutas de traslado hacia los distintos puntos de la isla. Es posible que los moais de Tongarika sean los más grandes debido a su proximidad a la cantera. 

Momento para el almuerzo, un pequeño centro de visitantes se ha instalado a la entrada de la cantera, respetando el diseño arquitectónico rudimentario de la isla y repoblado, además de unos baños, una pequeña tienda de souvenirs y el control de entrada se encuentra un área de picnic con barbacoa, nuestro tour con Aku Aku incluía un frugal almuerzo compuesto de costillas a la brasa, pasta, jugo de guayaba, agua y mandarina. 


Los componentes del grupo habíamos ido conversado durante la mañana y el ambiente era muy amigable y agradable. Entre ellos había un señor mayor acompañado de su hija, ambos de Santiago y con los que coincidiríamos en los tour del siguiente día y en la cena espectáculo. 

El siguiente punto fue Te Pito Kura, otro Ahu con moais derribados, junto el hay una roca misteriosa que atrae los metales y nadie sabe que mágico poder tiene.... así queda muy molón pero no es más que una roca cuya composición contiene metales y tiene magnetismo, de hecho Cristina nos lo quiso ensañar usando una brújula. En esta parte del mundo, las brújulas señalan el sur, pero en las inmediaciones de la piedra, la brújula señala a la piedra. Tras la prueba, Cristina se sorprendió al ver que se brújula había quedado descalibrada, mientras caminábamos de vuelta al minibus nos reíamos de que ahora la brújula señalaba al norte!





La excursión terminaba en la Playa Anakena, esta vez si que nos pusimos los bañadores y fuimos los tres al agua, hoy había  varios grupos de gente joven que estaban allí pasando la tarde, el agua está fría, pero se podía aguantar bien, merecía la pena bañarse en una playa tan limpia y de un color tan exuberante. Estuvimos una hora chapoteando y haciéndonos selfies y videlfies, subimos al chiringito a tomar una cereza polinesica y tras ver un poco de artesanía local volvimos de vuelta al hotel. Duchita rápida y paseo en coche!  



Hoy conduce Alberto y decidimos ir a la costa occidental, así que nos encaminamos calle abajo hacia el aeropuerto, y la segunda calle a la izquierda se iniciaba una carretera hacia el centro de la isla, a los 7 moais. Desde ahí tomamos rumbo al oeste, pero una carretera que no aparecía en el mapa nos confundió y aparecimos en la parte norte de Hanga Roa, finalmente logramos dar con una pista que nos habían dicho que se nos ocurriera meternos por allí si estaba lloviendo ya que era una pista en mal estado. 

Al principio no estaba tan mal, íbamos parando en enclaves que nos parecían interesantes para hacer fotos, las vistas eran envíales, se trata de una costa rocosa, con acantilados de unos 50 metros, a nuestra izquierda veíamos la población de Habga Roa y a la derecha el volcán las alto de la isla. 






El camino se iba dificultando, zonas muy erosionadas, desniveles con piedra suelta, grandes charcos. En algunos puntos me tenía que bajar para indicar a Alberto por donde ir entre los agujeros, baches y piedras. Fue muy divertido!







Nuestro recorrido resultó ser circular y volvimos a las primeras casas de Hanga Roa con la idea de ir a Tajai para la puesta del sol, logramos llegar a tiempo para hacer algunas fotitos. 




Caída ya la noche barajamos la posibilidad de tomar un pisco sour en la taberna del pescador o irnos a Tonariki a hacer fotos, pero estábamos cansados y el ir al otro extremo de la isla de noche y sin cobertura hizo que decidiéramos ir a un comercio a comprar algo para la cena y tirar para casa. 

Esta vez no nos costó nada llegar a la casita y fuimos por el camino más corto. Alberto se curró una cena cojonuda rematando las empanadas y haciendo el entrecot al horno dando fin a otra botella de vino tinto y a otra jornada intensa en la que ya teníamos una buena noción de la isla. 

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