sábado, 8 de noviembre de 2014

Chile, día 9: La carretera Austral

Para las siguientes cuatro noches solo teníamos vuelo de ida y vuelta a Balmaceda y el alquiler de un 4x4, de manera que durante del desayuno de hoy estuvimos ultimando las cosas que queríamos ver y hacer en la Patagonia y reservamos por teléfono un alojamiento en Puerto Tranquilo llamado Cabañas Exploradores.



Luis pasó a recogernos a la hora convenida y al rato nos encontramos volando hacia el sur de Chile, el avión aterrizaba en Puerto Montt para seguir su camino más al sur, hasta Balmaceda. 

Balmaceda es el primer pueblo fundado en la Patagonia por colonos que entraron por tierras hoy argentinas, sin embargo hoy día sigue siendo casi un poblado-refugio donde habitan funcionarios, aduaneros, empleados del aeropuerto civil y de la base aérea militar, siendo este un enclave geoestratégico debido a su proximidad con Argentina en una zona orográficamente particular. 

Al aterrizar en esta planicie parecemos estar en otro mundo, el viento sopla con furia y la terminal es pequeña, ideada para los dos o tres vuelos diarios. Recogemos el coche en un pequeño mostrador de Europcar, el procedimiento fue lento, menos mal que se nos ocurrió iniciar el trámite mientras Ana esperaba las dos maletas que habíamos facturado. 
La Ruta 7, conocida como Carretera Austral, es una vía de comunicación que une Puerto Mont al norte de la Patagonia con las tierras australes de Villa O'Higgins a lo largo de un fascinante recorrido de más de 1500km a través de humildes carreteras asfaltadas y tramos de pista de tierra. Fue un proyecto iniciado en la segunda mitad del siglo XX con el objetivo de facilitar el desarrollo de una región remota, aislada, extremadamente montañosa, húmeda y fría, se unió este proyecto a los otras diversas iniciativas que Chile lleva haciendo para repoblar la zona desde que perdió el extremo sur-oriental de la Patagonia a favor de Argentina a consecuencia de que los confilictos con Perú y Bolivia obligaron a Chile a decidir en que región movilizar sus recursos militares, reconociendose incapaz de defender sus intereses territoriales a uno y a otro extremo de un país de 4000km de largo al mismo tiempo. 

Hoy día la carretera permanece en contínua construcción y reparación, es una obra de ingeniería de gran envergadura que implica pasos montañosos, puentes, tramos de difícil acceso y mantenimiento, áreas escasamente pobladas, largas distancias, valles, glaciares, lagos y fiordos e incluso instalaciones portuarias para ferrys ya que algunos tramos son únicamente por vía lacustre. 
El viento azota Balmaseda, nos encontramos un pequeño pueblo de casas dispersadas en un callejero cuadriculado, desvencijadas y descoloridas, no hay nadie en la calle. El cartel de una panadería hace crujidos al balancearse movido por el frío viento. El entorno es desolador, llano, inhóspito. Encontramos un paisano que nos indicó un "negosio", una tienda para comprar algo de comida para el almuerzo y la cena. La tienda estaba mejor abastecida que las de Isla de Pascua, pero el aspecto desvencijado resultaba incluso tétrico. 

Nuestro plan consistía en recorrer los casi 200km que nos separaban de Puerto Tranquilo, algo menos de la mitad estaba asfaltado, el resto era pista de tierra, por lo que calculamos una media de 50km/h, y en cuatro horas, echando la tarde, habríamos llegado para hacer noche, teniendo en cuenta que solo había dos poblaciones por el camino y que sólo hay cobertura móvil en los poblados, revisamos que teníamos todo: tanque lleno, agua y comida. No es peligroso adentrarse en estas tierras sí uno tiene cuidado con la conducción y la fauna, las condiciones de la vía, meteorología y en caso de emergencia es bueno saber que hay autobuses que cubren diversos trayectos, además de ciclistas, moteros y habitantes que son especialmente hospitalarios. 

Salimos de Balmaceda y tomamos una pista de tierra que nos conduciría a la Ruta 7 recortando algunos kilómetros, y que la única carretera que salía del aeropuerto conducía a Coyahiqui, la capital de esta región, y que se cruza con la Ruta 7 algo más al norte. 
Estamos rodando por una pista de tierra de unos 6 metros de ancho, vamos a 50km/h, el coche es un moderno Madza CX-5 R 2.0 AWD 4x4 automático con todos los extras habidos y por haber, el sol ilumina un cielo de nubes que juguetean con las nevadas cimas de las montañas cada vez más próximas. Estamos emocionados, suena Heavy Fuel de Dire Straits a todo voiumen y recorremos los 14km de pista dejando tras de nosotros una nube de polvo, en estas condiciones el coche es cómodo, la pista con algún bache que otro pero poco a poco Alberto fue tomando confianza con la respuesta del coche en grava. Yo andaba un poco inseguro, no teníamos buenos mapas a mi juicio y fui incapaz de instalar el Tomtom en el IPhone, si lo llevaba en el ipad, pero este juguetito no dispone de GPS por lo que no podía saber mi posición con exactitud, lo que sí veía en el mapa es que no había una única pista, y que eran varias las que nos podrían confundir. Nada de eso ocurrió, alcanzamos la carretera hormigonada y viramos hacia la izquierda, al sur. El tramo que se inciaba ante nosotros se internaba ya entre montañas nevadas, una línea longitudinal  amarilla marcaba el centro de la calzada y la señalización vertical tenía el formato americano: rombo amarillo con símbolo en negro. 

De los neveros bajaban arroyos, barrancos, cascadas, alimentaban a un cada vez más caudaloso río que serpenteaba paralelo a la carretera. Progresivamente el paisaje se fue embelleciendo hasta tal punto que no podíamos dejar de decir lo impresionante que nos resultaba: las cascadas se cuentan por cientos, la belleza de las montañas nevadas era evocador y los amplios lagos que rodeábamos eran impactantes, así llegamos hasta un lugar estrecho que de repente se abrió y dio paso a un descenso: el valle de Cerro Castillo, las fotografías no reflejan la majestuosidad del lugar, unido a lo remoto y despoblado, lo hacían mágico, un privilegio para nosotros poder contemplar estos valles Patagonicos.  

En Cerro Castillo finalizaba el tramo asfaltado, es un pueblo que también nos pareció extraño, en una cuadricula de cinco por cinco cuadras se ordenaban casitas prefabricadas diferentes las unas de las otras, con apariencia desvencijada y azotada por las bajas temperaturas del último invierno; decidimos parar para comprar pilas para el GPS de mano que utilizo para senderismo y para la bici, me serviría ya que le había instalado los mapas de Chile y aunque no es cómodo para conducir, es perfecto para saber hacia donde te diriges. En ningún momento hay dificultad en la navegación, ya que la región se configura como una columna vertebral donde la Carretera Austral es la vía principal y las diferentes ramificaciones son cortas y sin salida, salvo los pasos fronterizos al este, indicadas como "carretera de penetración". El GPS ayudo a encontrar algún restaurante y dar los tiempos estimados de llegada y distancia restante al destino. 

El tramo por pista fue más espectacular aún, íbamos parando en diferentes miradores haciendo fotos a todas las caídas de agua y paisajes. La carretera tiene un tráfico prácticamente nulo, un ancho considerable de entre 4 y 8 metros y un firme compactado mejor de lo esperado con algún que otro bache que la suspensión absorbía sin problemas, permitiendo velocidades de 70 y 80km/h sin inconvenientes. Pasó la tarde de paseo, parando y haciendo fotos tranquilamente. Nos cayó la noche pero la luna iluminaba todos los parajes que íbamos atravesando, fue maravilloso. 

Finalmente entramos en el pequeño pueblo de Puerto Tranquilo, justo en la desembocadura de este rio en el Lago Carrera, compartido con Argentina donde se le conoce como Lago Buenos Aires. Tiene una superficie total de 1850 km² considerado, en conjunto, el cuarto de América del Sur, tras el lago de Maracaibo, en Venezuela, el lago Titicaca, compartido por Bolivia y Perú, y el lago Poopó, en Bolivia. 
Con facilidad encontramos las cabañas Explorador y la dueña nos tenía preparada la casita con su estufa de leña, aparcamos junto a la cabaña y descargamos equipaje. Ya solo faltaba preparar una cena estupenda en la cocina-salon y a disfrutar de la noche en esta cómoda cabaña de dos habitaciones muy similar a la que tuvimos en Isla de Pascua, aunque, eso si, algo más pequeña, pero justo para lo que la queríamos.

Añadimos un mapa para situarnos:

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