jueves, 6 de noviembre de 2014

Chile, día 6: Cultura Rapa-Nui

Hoy visitaremos la cueva Te Ata Hero, el cráter del volcán Rano Kao, la ciudad ritual de Orongo y Tahai. Pausa para probar la gastronomía isleña y por la tarde ver el Ahu de Vaiku, la cantera de pukaos Puna Pau, El Ahu Akivi y el pequeño muelle de Hanga Roa. Finalmente culminaríamos la jornada con una cena a base de "curanto" en el Te Ra'ai Restaurant con espectáculo del grupo Haha Varua. 





Cristina se presentó puntual en la puerta del recinto recinto de las casitas, al abordar la furgoneta saludamos de nuevo al padre e hija chilenos y a una turista estadounidense de origen asiático que no hablaba español. La primera parada, muy cercana, era la cueva Te Ata Hero, cuando los ríos de lava descendieron por las laderas hasta la orilla, el contacto con el mar hizo que estos ríos se solidificarán rápidamente dando lugar a un proceso natural por el cual se formaron cavidades en torno a toda la isla, la actividad volcánica de la isla cesó hace cientos de años, pues la isla quedó fue de la falla y ya no tiene actividad sísmica. Las cuevas fueron utilizadas hasta, hace pocos años, como refugio o vivienda temporal por los rapanui, en el enclave que conocimos, además de su interés geológico, lfue curiosa la anécdota de que un cineasta norteamericano decidiera utilizar esta localización en una película titulada "Rapa Nui", concretamente en la escena final. 

Desde ahí nos fuimos al cráter del Rano Kao, al sur de la isla se eleva una amplia montaña de algo más de 300 metros, su cima se encuentra hundida unos 100 metros en un círculo de kilómetro y medio de diámetro, es un cráter volcánico. El fondo es un lago de agua de lluvia cubierto prácticamente en su totalidad por diferentes plantas acuáticas, el lugar ofrece unas vistas magníficas de Hanga Roa y se divisan parcialmente todas las costas y elevaciones de la isla, fascinante, estamos en mitad de la nada, el horizonte quedará como mucho a unos 50, 80, 100km quizás, pero no hay nada, nada de nada, en unos dos mil quinientos kilómetros para encontrarnos una pequeña isla mínimante habitada. 

Nos pareció inquietante que una sección de la ladera estuviera desplomada, es debido a que la mitad norte del cráter esta orientado hacia la isla, mientras que la sección sur es un acantilado hacia el otro lado, la zona que más viento y oleaje recibe esta sujeta a una erosión mayor hasta el punto de que algunas investigaciones han apuntado a que el mar podrá conectar con el fondo del lago y vaciarlo por completo, acabando con el depósito de agua dulce más grande la isla y, por tanto, impactando en la fauna de toda la isla. 

No hay grandes instalaciones hidráulicas en la isla que suministren de agua a la población, pues dependen a todos los niveles de la conexión diaria aérea y una conexión semanal naval. Sólo algunos aguerridos rapanuis se atreven a descender las laderas para recoger el agua del lago. 

Sin embargo, su ladera sur, una porción de tierra que se eleva más de trescientos metros en un acantilado vertical por un lado y un desplome de cien metros por el otro hacia el lago, esconde recientes secretos descubiertos de la cultura rapanui, y es la meritocracia del hombre pájaro.




El rey de los rapanuis tenía ese halo de grandeza y endiosamiento característicos de otras culturas polinésicas, se cree que esa idolatría pudiera verse menoscabada por una pérdida de confianza del pueblo y se creó la figura del hombre pájaro, una especie de primer ministro, alguien que pudiera unir el eslabón entre autocracia y el pueblo, esta persona sería elegida en una competición exigente que consistía en descender el acantilado, nadar los dos kilómetros hasta los islotes de Motu Iti y Motu Nui, salvando el peñasco de Motu Kau y contrarrestando las fuertes corrientes del Océano Pacífico en esa zona, escalar los roquedos en búsqueda de un huevo de una ave que allí habita, lo cual poda llevar varios días de supervivencia y búsqueda, y regresar por el mismo camino. No obtenía la condecoración y el poder del hombre pájaro quien antes regresara, sino de aquel que regresará con el huevo intacto. (estoy contándolo de memoria, ojo que la historia podría no ser exactamente así)

Los rapanuis venían a seguir la competición a esta zona de la isla, dejando para nuestros días vestigios de sus construcciones, ritos y tradiciones. Hoy día el lugar se encuentra preservado y vigilado, con una senda que permite caminar con seguridad observando los restos del poblado y un pequeño centro de visitantes con paneles informativos, visitar Orongo es imprescindible, es, junto con los moais de Tongariki y la cantera de Rano Roratka, un "must" que el visitante no puede dejar pasar. 





A continuación nos fuimos a ver el único moai que tiene sus ojos y su pukao, se encuentra al norte del poblado y en la costa occidental. Los arqueolos no sabían para que eran utilizadas una especie de cuencos o vasijas de coral que se encontraron. A medida que las investigaciones fueron avanzando descubrieron que se trataba de los ojos ya que en el orificio encajaba una piedra de basalto que simulaba la pupila. Es importante ya que los rapanuis desplazaban las estatuas sin ojos, y una vez colocadas en su sitio se les ponía los ojos, y esto es lo que le otorgaba la capacidad de proyectar el Maná adquiriendo así un carácter sagrado. 




Cristina nos dejó en la cabaña, organizamos algunas cositas y cojimos el coche para ir al centro del pueblo, nos había recomendado varios restaurantes y finalmente decidimos entrar  a un restaurante que estaba junto a la taberna del pescador y a un club de surf. La casita prefabricada de dos plantas recordaba a las típicas construcciones del oeste americano, con un ambiente agradable y un recibimiento cariñoso nos acomodamos en la terraza de la planta superior. Desde allí teníamos una bonita vista del pequeño embarcadero pesquero y su moai, y justo enfrente una estupenda cancha de fútbol de hierba. La camarera era una joven simpática aficionada al surf, le agradó que nos mostráramos interesados en la gastronomía local y nos recomendó el pescado de atún y de Kura Kura, que es una especie de barracuda. Ana optó por un ceviche y dispusimos los platos para compartirlos entre los tres. Ambos pescado iban "a lo pobre" o, lo que es lo mismo, con patatas fritas y huevo frito. El ceviche era también fabuloso. El Kura Kura nos gustó mucho, ya que tiene la textura del atún pero un sabor más agradable y con mayor jugosidad. Iniciamos una breve conversación con la camarera que era muy dispuesta y simpática, decía que la vida en la isla era demasiado tranquila, que cuando podía se iba al continente y que la isla eran pocos habitantes y las bocas eran grandes. 

Habíamos quedado con Cristina en la única farmacia del la isla y con una compañera suya a la que entregaríamos el coche. Una vez en la pequeña furgoneta de la excursión saludamos de nuevo al padre y a la hija, durante la tarde serían nuestros únicos compañeros. 





Fuimos a un Ahu derrumbado donde lo interesante de encontraba tras el, en la parte que da a la costa habían construido una plataforma con gigantescas rocas cuadradas en plan egipcio o maya, Cristina nos contó que esta construcción había sugerido diferentes teorías sobre la procedencia de los rapanuis. 


Desde allí marchamos a la cantera de Pukaos, tallados en una roca volcánica menos pesada, eran extraídos de la roca madre con forma cilíndrica para llevarlos rodando ladera abajo y hacia su destino final, donde se tallaba un cilindro más estrecho. Durante este rato, habíamos creado en el grupo un ambiente de total confianza y nos contábamos la vida los unos a los otros. El hombre mayor era viudo y su hija le regalaba el viaje a la vez que lo acompañaba, su carácter alegre era matizado con algunos retazos de melancolía cuando nos decía que a pesar de sus ganas de vivir, era muy difícil sustituir su mujer de toda la vida, sin embargo estaba contento que de que su hija le hubiera regalado este viaje, su compañía y sus cuidados habituales. 

Cristina nos contaba sobre los recursos de la isla, escasos, por no decir nulos, y de como dependían de los suministros que llegaban de Chile: combustible, alimentos, tecnología, materiales.... Todo era importado del continente ya que la producción local era meramente de servicios. También nos relató sobre su familia, ella tenía ascendencia asiática, polinesica y rapanui, había estado viviendo con su abuela en Papeete, en la Polinesia Francesa, y que anteriormente había estado trabajando en muchos sitios del sector servicios. 

Asi llegamos a Ahu Akivi, los primeros moais que vimos serán los últimos que veremos por ahora, ya que aquí finalizaba el recorrido monumental, mientras padre e hija fotografiaban los moais nosotros estuvimos sentados en el suelo charlando con Cristina prácticamente de su forma de vida y proyectos, nos pareció una suerte tremenda que una cultura tan diferente a la nuestra nos pudiéramos comunicar perfectamente en el mismo idioma. 



El siguiente punto a visitar fue el puerto logístico, se trata de una pequeña bahía en la que caben cuatro barcos pequeños y con escaso calado. Durante toda la jornada habíamos visto un barco de transporte de mercancías a unos dos kilómetros de la costa, pues resulta que estos barcos no pueden entrar en el muelle y una perqieña barcaza tenía que ir y volver del barco al muelle para traer la metan la y llevar lo que fuese necesario. Hicimos unas fotos y nos fuimos a las Cabañas. 

Tras despedirnos de Cristina en la puerta de las Cabañas disponíamos de hora y media para ir a la cena espectáculo. A través de la recepción de las Cabañas  habíamos reservado una cena espectáculo que incluía además el transporte. 



El Te Ra'ai Restaurant era un lugar acojedor, tras pasar por caja nos llevaron a una especie de graderío ajardinado donde unas cincuenta personas estaban observando a dos músicos vestidos de rapanui, en una barra lateral ofrecían pisco sour, una bebida a base de zumo natural con un licor, y unos canapés de crema de queso. 

Un señor fuerte y vestido de ropajes de pieles y plumas hizo la introducción, como si de un ritual pagano se tratara y nos habló en modo solemne sobre la cultura rapanui y su preservación. En el suelo de cemento de este graderío había un cuadrado de metro y medio por metro y medio en el centro cubierto de arena que dos empleados iban retirando con palas. Bajo la arena había hojas de plátano, las fueron retirando y comenzaba a salir vapor entre piedras y arena. Al retirar las hojas de plátano aparecieron cuencos de barro con alimentos cocidos en su interior: carnes, pescados, verduras, fueron retirando poco a poco y con cuidado porque aún desprendía calor. Se trata del curanto, una forma de cocinar ancestral y tradicional propia de los rapanui, un agujero en el suelo, carbón vegetal, fuego y los alimentos envueltos en hojas de plátano para poseer enterrarlos, un procedimiento complejo y que según nuestro anfitrión, que requiere años de experiencia. 

Mientras retiraban los platos de aquel agujero, el rapanui nos invito a ir a la parte trasera del graderío, mientras los cocineros colocaban la comida y aportaban algunos platos propios de nuestra costumbre occidental para que la cena fuera más agradable, íbamos a practicar los bailes tribales. 

Primero las mujeres, allí se arrancó Anita, entre chilenas, norteamericanas, alemanas y francesas, el baile y la música nos podrían recordar a esas danzas dulces y suaves de las Bahamas. 

Luego fuimos los hombres, dimos más el cante y había que seguir los bailes y aspavientos viriles y machos de un baile guerrero y agresivo que hemos visto muchas veces en el equipo neozelandés de rugby. Fue divertido. 

Después pasamos al comedor y nos sentamos en mesas compartidas, la cena era de buffet y la comida estaba dispuesta de forma muy agradable en un cómodo salón bien decorado, conversamos con una pareja de vascos que vivían en Holanda. 

Tras la cena, los asistentes fuimos ocupando una casita que había al lado, era como una especie de treatro pequeño con escenario. De nuevo el rapanui jefe nos hizo la introducción del espectáculo empezando por nombrar cada una de las piezas de vestir tradicionales rapanuis y sus instrumentos. 

El cuerpo de baile y los músicos forman el grupo Haha Varua que tratan de conservar y divulgar la cultura rapanui, y lo hacen con cierta calidad y respeto, no nos pareció que se hiciera de un modo informal para contentar al turista y ya está, sino que había un gran esfuerzo por parte de todos para que el espectáculo fuera interesante, y de hecho lo fue. 






Al finalizar el show que duró como dos horas que se nos hicieron muy cortas, invitaron a los asistentes. Pasar al escenario a saludar a los artistas, no podíamos dejar de hacernos la foto. 

Después tomamos un pisco sour con nuestros amigos los chilenos, padre e hija, que también habían acudido a la cena y se habían sentado en una mesa diferente, mientras esperábamos la furgoneta que habría de llevarnos al hotel, nos deseamos mutuamente un feliz viaje. 

De vuelta a la casita no quedaba ya más que ir a dormir y prepararlo todo para tomar el vuelo de regreso a Santiago al día siguiente. 










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