sábado, 1 de noviembre de 2014

Chile, día 2: Un paseo por las nubes de Colchagua

Nos levantamos tempranito a eso de las siete para atender redes sociales, blog, email, mensajes, gestión de operaciones, etc.. Y comenzamos por el desayuno, cuando salimos de la habitación y vemos la mesa dispuesta para el mismo no podemos más que empezar a hacer fotos: quesos, huevos, salsa de guacamole, pan tostado, pastel de yema de huevo, cereales, entremeses, jugo de melón y plátano y fruta diversa en una mesa compartida con el resto de inquilinos de este pequeño y lujosamente decorado hotel.

A las 10 en punto nos recoge nuestro transporte para la experiencia "ruta del vino", recogemos a otra pareja en la plaza de armas y salimos de Santa Cruz hacia el sur para ir a la Viña Montes, una bodega pequeña situada en un subvalle denominado Valle de Apalta, su volumen de producción está en torno a los 12 millones de litros al año y se caracteriza por tener algunas cepas en ladera, que llevan a la planta a sufrir estrés hídrico aportando mayor concentración a la uva, combinando estas con las de llanura, que tienen un rendimiento doble en torno a los cuatro mil kilos por hectárea, consiguen dar su toque personal. 

Nuestro guia recomienda que los tintos que hayan pasado una guarda en barrica sean decantados por media hora mínimo antes de tomarlo. Si no se tiene decantador es recomendable abrir la botella seis horas antes de su consumo. 

Empezamos con la cata y el primer vino es un blanco sauvignon con aromas a limón y melocotón, ligeramente ácido en boca, ideal para aperitivo o vino de playa. 

Nos dice que el tapón de corcho es únicamente útil para los vinos que hayan estado en guarda, el resto de vino pueden ir con tapón o rosca, ya que sino, es más fácil que el vino se estropeé. 

Seguimos con el pinot noir, un tinto cuyo 60% ha estado un año en barrica de roble tostado, 15 grados de alcohol. 40 dólares la botella. Con aromas a toffe y en boca ligero poco persistente y suave. 


El siguiente es un carmenere, una variedad que se perdido por la filoxera pero que pervivió en Chile por los controles que mantienen en frontera. Un año de barrica de segundo uso, con olor a vainilla, pimienta, con mucho cuerpo y potente. Nos gusta mucho y nos dan ganas de comprarlo. Ideal para carnes fuertes. Cuesta 15$Usa y se llama Alpha Carmenere. 


El siguiente y último, que cada vez me cuesta más escribir... Es un tinto garnacha, malbec, y cariñena. 


Finalmente pasamos a la tienda:


Tras media hora de trayecto llegamos a la viña Santa Cruz en una zona más montañosa, unas 160 hectáreas de viñedo plantado seis variedades diferentes, entre ellas malbec, cabernet, merlot, sauvignon. 


Nos explican la recolección y el despalillado, que a su vez tritura la uva sin machacar la semilla:



Degustamos tres vinos,  empezamos con un merlot con 3 años de barrica, luego un Malbec de 2012 y un año en barrica y finalmente el que más nos gustó, un cabernet sauvignon. 

La viña, al estar en un entorno montañoso, tiene un funicular que sube una colina que en su cima tiene un museo etnográfico al aire libre, allí aprendimos que los grupos étnicos más destacables de Chile son los aymaras, mapuches y rapanuis. 


Tras la visita por la cima de la colina descendimos en el teleférico y nos fuimos directos al comedor, allí nos pedimos una tabla de quesos y frutos secos, una empanadilla y un pastel de choclo que es un cuenco de barro con una mezcla de carnes, especias, cebolla y patata, gratinado con una capa de queso. Lo regamos con un tinto reserva carmenere y cabernet sauvignon. Después de la sobremesa decimos comprar un pack de seis botellas. 

Abandonamos en el coche la viña y dejamos atrás las hileras de parras encabezadas por Rosales blancos en una ondulante pradera jalonada de verdes colinas y un cielo azul intenso que progresivamente iba siendo teñido por nubes altas creando una imagen espectacular, finaliza aquí nuestro paseo por las nubes version Keanu Reeves. 


Al llegar al hotel, dedicamos unos minutos a cambiarnos de ropa, reordenar todo y disponernos a salir a cenar. Eran las seis de la tarde y la cena la teníamos a las nueve así que decidimos ir al museo de Colchagua que nos lo habían recomendando a pesar de que sabíamos que a las ocho cerraban y no nos daría tiempo suficiente para visitarlo, sin embargo nos habíamos enterado que el "boleto" de entrada tenía una validez de 24h por lo que podríamos volver a entrar al día siguiente por la mañana. 

El. Museo de Colchauga es una hacienda en el centro del pueblo en cuyo recinto hay varios edificios de estilo colonial simulando una mansión elegante, en su interior se encuentra un extensa exposición muy bien organizada con una temática muy variada que hace que la visita sea muy agradable, paleontología, etnografía, arqueología, ciencia, historia, tecnología, transportes, biología, y una exposición impactante del rescate de los mineros del verano de 2010. Entre las distintas salas que componen el museo nos quedamos impresionados por las joyas de los Andes, la colección de armas, la de los mineros, la exposición de las conquistas españolas y las guerras de independencia, guerra del pacífico, la sala de la industrialización, la recreación de la estación de tren y la sala de Darwin por mencionar algunas. El video de introducción, en el que el propietario se presenta como un amante de la arqueología, también es destacable lanzando un mensaje de que la cultura y el conocimiento sirven especialmente para nuestro disfrute y deleite. Es impresionante que un pueblecito tan pequeño tenga un museo del que se dice es el museo privado más grande de Latinoamérica, y por su decoración, disposición y estructura diríamos que es uno de los museos más apasionantes que hemos visitado nunca. 

No tuvimos problema con la hora, no nos echaron, llegamos a la conclusión que la hora de cierre era en realidad la hora a la que ya no podías acceder al recinto y que una vez dentro disponías de más tiempo. Cuando dieron las diez nos fuimos al Hotel Plaza Santa Cruz, prácticamente colindante al ajardinado museo. Se trata de un hotel elegante también de estilo colonialista cuyo restaurante es muy recomendado, decidimos pedir algunos platos para compartir cómo costillas de cerdo, chupe de marisco, ceviche del pacífico, empanadas, arroz a las tres leches y el mote con huesillos, y de beber elegimos un blanco de gewürztraminer de la línea La Joya de Visqier. El ceviche y el chupe de marisco (un bol de barro con un souffle de marisco con gambas, vieiras y almejas sin cáscara, dorado y con un crujiente de queso gratinado), fueron los platos que más nos gustaron. Las empanadas son similares a las típicas argentinas que conocemos de los restaurantes de esta especialidad en España, una empanadilla ligeramente más grande que la que usamos nosotros y rellena de carne picada. El servicio fue impecable. En cuanto al vino, un blanco reserva de gewürztraminer  peculiar, tiene un color oro intenso otorgándole como una densidad impropia de los blancos, un aroma ligero con recuerdos a madera y toffee, su sabor tiene mucha estructura y rotundo, con persistencia en boca y alcohólico. 

Tras una larga sobremesa, nos dirigimos hacia el hotel vendimia de nuevo para pasar la que sería nuestra última noche en esta bella y tranquila región vinícola de Chile. 













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