viernes, 7 de noviembre de 2014

Chile, día 8: Valparaíso y Viña del mar

Jornada dedicada a conocer la costa portuaria y playera de Santiago. Luis apareció a las nueve en la "bomba de bencina" (gasolinera) frente al hotel Oporto tal y como quedamos el día anterior, trae un turismo grande muy cómodo y cubrimos el trayecto hasta Valparaíso en algo más de una hora mientras nos iba explicando cosas de cada barrio de Santiago que íbamos pasando.
Llegamos directamente a la casa de Pablo Neruda en Valparaíso, con unas vistas a la bahía y al puerto se trataba de una casa excéntrica y de una arquitectura caprichosa. La casa se puede visitar y contiene en su interior objetos que el poeta coleccionaba. 



Seguimos nuestro tour por esta ciudad bohemia y con el encanto de la decadencia. Es una gran ciudad que rodea uno de los puertos marítimos más importantes hasta la apertura del Canal de Panamá en la primera mitad del siglo XX, así acabo su época de esplendor y comenzó su decadencia que se mantiene hoy día. 

Esta formada por varias colinas con grandes desniveles y calles estrechas con fuerte pendiente llenas de caseríos tipo años 20, se ve hoy día una ciudad humilde, sucia y desvencijada, pero en sus numerosos rincones quedan numerosos cafés, restaurantes y hoteles que le dan a la ciudad su encanto junto con su entorno. Nos recuerdó mucho a la ciudad portuguesa de Oporto.





Visitamos varios "cerros" que suelen tener una calle panorámica peatonal con miradores y tiendas para los turistas. Sus estrecheces y pendientes hacen que la ciudad sea difícil de visitar y entendemos que Valparaíso bien merece vivirla más que verla. 

En su día la ciudad disponía de diversos funiculares para facilitar el acceso a los cerros, hoy en día son sólo algunos los que se mantienen guardando ese aspecto viejo y destartalado como sí siguiera allí desde los años veinte sin apenas cambios. Descendimos un cerro en uno de estos "ascensores" para volver a subir de nuevo.






El sol apretaba y hacia calor, era momento de una cervecita y con la casualidad de pasar junto a un bar que se llamaba "Tapas de Madrid" junto a la iglesia anglicana, no por echar de menos la comida española, entramos por la curiosidad de saber cómo es la vida de un emigrante español aquí en Chile y decidimos entrar a tomar unas cañas. 


El bar tenía tres plantas y estaba muy bien decorado, al estilo de las modernas tabernas de Madrid. Al escuchar nuestro acento español, los dos dueños no tardaron ni un minuto en salir a recibirnos y preguntarnos mutuamente que narices hacemos tan lejos de casa. Ambos socios lo habían dejado todo en España y habían montado el pequeño negocio en Valparaíso hace unos ocho años, uno de ellos llevaba tan solo unos meses en chile, se debe hacer duro dejar atrás a la familia. Subimos a la planta de arriba y tomamos unas jarras de cerveza con limón con unas tapas de chorizo a la sidra y unas rabas, no tenían oreja, pues cada día tenían que ir al mercado a comprar la cabeza entera ya que las orejas no se venden en Chile. Tenían una camarera joven que hablaba con acento español y nos explicó que tras 15 años en España se ha tenido que volver a Chile, a su país, para poder encontrar un trabajo, decía que aquello no le gustaba y que preferiría regresar a su Madrid, pues nos contaba que allí tiene su vida, sus amigos, su pareja, sus hábitos madrileños... Tras ese tiempo fuera se sentía extraña en su tierra. Nos despedimos con un "nos vemos en Madrid". Un lugar recomendable para visitar no sólo por su gastronomía española, sino por ese contacto con personas con tanta valentía de buscarse la vida al otro lado del planeta. 

Continuamos con nuestro tour y paseamos por las calles peatonales que a modo de terraza se entrelazan entre miradores y palacetes germánicos y británicos, hoy queda muy poco de las grandes fortunas que aquí se generaron gracias al corazón de la ciudad, el puerto. 

La visión del puerto y de la ciudad nos recordó mucho a Malaga. El puerto de Valparaíso dejo de recibir hace ya casi 100 años a los buques mercantes provenientes de toda Europa con destino hacia las costas americanas del Pacífico, desde entonces da servicio al transporte naval mercante y militar nacional, en un sector donde vive el 80% de la población chilena, da servicio a la gran ciudad de Santiago manteniéndose a duras penas y soportando una paulatina reducción de población debido a las duras condiciones de vida de la ciudad.









Se trata sin embargo, de una ciudad muy romántica y nostálgica. 

Continuamos nuestro viaje hacia el norte, a pocos quilómetros de eleva una ciudad turística playera en una zona llana, grandes avenidas, edificios altos y nuevos de aparatsmentos y hoteles dispuestos del mismo modo que el sector sur de la ciudad de Malaga, o casi de cualquier ciudad española de plsya. Es por ello que no nos interesó demasiado salvó las anécdotas que Luis nos contaba sobre el mundo del artisteo chileno en esta ciudad y el paso por aquí de muchos cantantes españoles. Esta ciudad, Viña del Mar está específicamente diseñada como destino turístico  playero, con la desventaja de que las corrientes del pacífico en esta zona, fuertes y constantes hacia el norte, hace que las aguas provengan de la extremadamente fría zona austral y los chilenos no pueden bañarse, ni tampoco los brasileños que curiosamente acuden masivamente a Viña del Mar movidos también por el shoping.




Comimos una mariscada en el Calfulaquen, un restaurante de costa que no nos convenció demasiado, pecamos de confiados y al pedir el vino nos recomendaron otro sin decirnos que su precio sería el doble, ya nos advirtieron que en Chile no se acepta lo que no se pide, y no se pide más de lo que se ofrece. La mariscada era un tanto básica pero mereció la pena ya que iniciamos una conversación sesuda con Luis sobre la sociedad político-económica de Chile y de España así como de los sistemas educativos, la formación de los jóvenes, trabajo y futuro... Es decir, nos pusimos a arreglar el mundo y la verdad que hasta el propio Luis, que era el único que debía cumplir un horario, se le fue la hora y alargamos la sobremesa más de lo normal enfrascados en una conversación muy interesante, Luis es un tipo intelegente y sus puntos de vista eran enriquecedores, fue como entender un poco mejor el mundo en el que vivimos abstrayendonos de la realidad cotidiana española y obteniendo una visión más global.






Tras terminar la sobremesa regresamos de nuevo a Santiago, con un poquito de atasco y la noche cayendo en la ciudad, habíamos quedado con Loreto, la hermana de la mujer de un compañero de un trabajo anterior del hermano de Alberto, y vino a recogernos, fuimos a un centro comercial para comprar una maleta extra y a pesar del problema que conllevaba acarrear el vino por todo Chile que el montón de vuelos que quedaban por tomar, compramos más vino. 

Decidimos que en el tránsito del día 21 por Santiago para tomar el vuelo a Iguazu habría tiempo suficiente como para que Loreto nos entregara la maleta con el vino y facturarla hacia Argentina. 

Nos llevo a su casa a cenar, este quizás sea uno de los los momentos más entrañables de todo el viaje: nos presento a su madre, a su sobrino y a su "polola", habían preparado una cena formidable de queso con soja, pastel de palma, salmón y otros aperitivos para compartir, nosotros aportamos el vino y el cava. 

Fue una velada fantástica, Monica, la madre de Loreto, también  conocía España y había estado visitando a su hija en Sabiñánigo, nos hablaba de sus recuerdos que con cariño guardaba de España, la vida en Chile, los viajes, entre risas comentábamos los modismos lingüísticos, de los estudios, de trabajo y oportunidades profesional en uno y otro país, y por supuesto, como buenos latinos que somos, hablamos de gastronomía. La sobremesa se extendió varias horas sin apenas darnos cuenta. 

Cuándo agradecimos la amabilidad con la que nos habían atendido y lo excelente de la cena y la ayuda que Loreto nos estaba ofreciendo, Monica dijo "con lo bien que han tratado a mi hija en su país yo no puedo hacer menos por ustedes". Estamos muy agradecidos , será algo que no olvidaremos nunca. 

Nos despedimos y quisimos tomar un taxi pero Loreto insistió en acercarnos en su coche nuevamente. Nos encantaría corresponder y esperamos poder vernos en la próxima ocasión que visiten los Pirineos.


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Nota al regreso:
Nuestro más sincero agradecimiento a Loreto Hiching y su familia, sin ellos hubiera sido imposible llevarnos ese tan grato y cariñoso recuerdo de Chile y por su puesto el vino, que tan concienzudamente empaquetó en su casa de Santiago mientras andábamos por la Patagonia.

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